Del Variette al Teatro

Era tarde, recuerdo que estaba a punto de cenar, de pronto sonó el timbre, fui hacia la puerta y al abrirla me encuentro con un amigo: ¿Hola Jorge que haces?, a lo que me respondió: “vengo a verte para saber si queres hacer teatro” y allí comenzó todo. Jorge Garcia Saucedo es un director teatral al que yo conozco desde hace muchos años, cuando durante las fiestas de carnaval compartíamos el escenario, yo presentando y el frente a su Compañía Argentina de Payasos, en una ocasión viajamos durante siete días seguidos a Capital Federal, al por entonces de moda Parque de la Ciudad, lo hacíamos en un micro cargado de muñecos, músicos, instrumentos, actores y siempre con algún colado. El sabía que yo durante muchos años y siendo jóven, había trabajado en casi todos los cabarets y boites, ejerciendo las tareas de maestro de ceremonias y que además le hacia de partenaire a los más destacados humoristas de la época que llegan a estos escenarios. Efectivamente allí conocí a, Dringue Farias, Alfredo Barbieri, Don Pelele, Abraham Popof, José Marrone, entre otros, me acuerdo cuando este último me llamaba a su camarín y me decía: “Che pibe esta noche me tenes que dar una mano en el squech”, paso seguido me daba las instrucciones y después de presentarlo con bombos y platillos cerca de la una de la madrugada, me quedaba junto a el para darle los pie a sus divertidas ocurrencias, y así fue con todos.

Esa sana costumbre de recibir premios

Cuando llega por primera vez un premio se lo recibe con mucha alegría, esperando que este sea un imán que atraiga a otro. Al fin llega el segundo y a partir de allí nos entusiasmamos, miramos la vitrina, repisa o algún mueble y notamos que pueden caber muchos más. Ser premiado es como un vicio que uno va adquiriendo a través de los años, que te obliga a tomar y a hacer las cosas con mayor responsabilidad. En los tantos años que llevo de labor he obtenido muchos, el primero llegó por 1958, pero no fue ni por la música, la radio, la televisión, sino por haber ganado un torneo de bochas, algo que me gustó desde niño, jugaba en cuarta categoría y junto a dos compañeros salimos campeones.
Así con el transcurso de los años me otorgaron diplomas, platos, souvenirs, estatuillas, los que atesoraba con mucho cariño, ya que siempre pensé que no hay premios grandes ni chicos, son todos premios que te acarician el alma. En 1992 me otorgan el “Caduceo” importante galardón que año tras año entrega el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires, en el rubro Mejor Musical en radio. En 1993 llegó el máximo en nuestro país el “Martín Fíerro” de APTRA (Asociación de Periodistas de la Televisión y Radiofonía Argentina) este por el ser el Mejor Musical Educativo, o sea, Ritmos y Sones del Caribe con el que difundía y difundo hasta nuestros días, la llamada música salsa, además de historias, costumbres, tradiciones, y lugares de la zona Antillana.

Esta entrega fue la más emocionante dado que el jurado y asistentes a la gran velada eran todos famosos, esto me permitió conocer y relacionarme con muchos de ellos con los que continuo entablando amistad, aunque a muchos los conocía de años antes en diferentes medios. Pensé que estaba todo dicho en materia de premios, pero no fue así, prosiguió una buena racha, aunque ahora los mismos me los entregan por trayectoria. Muchos dicen que cuando esto ocurre es que tenés todo hecho, aunque opino lo contrario, ya que luego de tantos años de actividad, me levanto por las mañanas con la idea de encarar un nuevo proyecto y como realizarlo, a la vez que pienso, este es el verdadero premio, el que nos da la vida.