El Viejo Pino

Cuantos sueños forje en el verde jardín de mi abuelo. Recuerdo esas tardes noches de verano cuando me sentaba en un sillón hamaca debajo del viejo pino, entre el frondoso follaje mientras olía el perfume de los rosales, magnolias y otras flores. Mi compañera era la Spika, receptor de reciente aparición que mi padre me prestaba con las recomendaciones del caso, en el escuchaba la música de por entonces, interpretada por las grandes orquestas del momento que se presentaban en los famosos bailables de radio Splendid, Belgrano y El Mundo. Gozaba de estos momentos, soñando a la vez, que algún día podría integrar estas agrupaciones, trabajar en una radio, destacarme en el ambiente artístico. Tenía 12 años y ya comenzaba a mirar a las chicas del barrio, me imaginaba vistiendo un smocking frente a un micrófono cantando y debajo del escenario ellas aplaudiendo con mucho entusiasmo, sabía que esto sería una de las maneras para conquistarlas. Y mi sueño se hizo realidad, ya que a los 17 estaba a las puertas de éxito.

Mi afición por el canto y la música comenzó junto a mi padre desde muy pequeño cuando cantábamos a dúo en las reuniones familiares. Como una premonición todo se fue dando, primero las orquestas de La Plata y luego llegarían las de capital con las que actué en las radios que de muy chico escuchaba, creciendo día tras día. En la actualidad continuo pensando en el jardín del Nono, mi abuelo paterno, en el perfume de las magnolias, en la música que sonaba en la Spika y sobre todas las cosas en el alto pino que dominaba la manzana y que servía de techo a mis deseos.

 
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